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Mariachi y Dirección Orquestal: Una Fusión Única

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Cuando me presento como directora de orquesta o violinista profesional, muchas personas se sorprenden al descubrir que también tengo una profunda conexión con el mariachi, tradición musical que forma parte de nuestras raíces más entrañables en México. Para mí, estos dos mundos no están separados: dialogan, se complementan y enriquecen mi manera de hacer música.


El origen de mi doble camino

Cuando era niña, escuchaba constantemente a mis maestros de música —en su mayoría extranjeros— decir que el mariachi era para músicos “perdedores”, para aquellos que no habían estudiado lo suficiente. Crecí con la idea de que la música regional mexicana era algo de lo que debía alejarme, casi como si fuera un error en mi formación.


Durante años llevé conmigo ese prejuicio. Para mí, ser una “músico seria” significaba dedicarme únicamente a lo clásico y rechazar aquello que, irónicamente, me conectaba más con mis raíces.


Todo cambió en mis años en el Tecnológico de Monterrey, cuando entré al grupo folklórico Raíces. Fue ahí donde me di cuenta del colosal error en el que yo misma, mis maestros y hasta algunos de mis amigos estábamos: pensar que la música mexicana era “menor”. Al contrario, descubrí que nuestra música popular es rica, compleja, vibrante, y sobre todo, profundamente identitaria.


Ese despertar me hizo reconciliarme con el mariachi y con la música regional. Hoy entiendo que no es algo de lo que huir, sino un tesoro que merece ser celebrado en los mismos escenarios que Beethoven o Mahler.


Dirigir con sensibilidad mariachi

Mi experiencia en el mariachi como violinista y cantante me enseñó algo invaluable: escuchar con el corazón antes que con la batuta. Esa misma sensibilidad la llevo al podio cuando dirijo una orquesta.


El mariachi me enseñó a leer al público en tiempo real, a entender cómo un grito de júbilo o una lágrima espontánea pueden transformar la interpretación. Esa conexión inmediata me inspira a buscar lo mismo en la orquesta: que cada nota no sea solo exacta, sino profundamente humana y contacto no solo con los sentimientos de la audiencia, sino también de todos los músicos en el escenario.


Una directora de orquesta en México con alma de mariachi

Hoy, al mirar atrás, reconozco que mi identidad artística no sería completa sin esa mezcla. Ser directora de orquesta mexicana significa para mí no solo interpretar a los grandes compositores sinfónicos, sino también honrar las raíces musicales que me definen.


Llevar al mariachi a los mismos escenarios sinfónicos es una forma de decirle al mundo que nuestra tradición popular tiene la misma grandeza y dignidad que cualquier repertorio universal. Y es, sobre todo, un acto de amor hacia la cultura mexicana.


Conclusión: dos lenguajes, un mismo corazón

La dirección orquestal me dio estructura y visión. El mariachi me dio cercanía y pasión. Juntos, forman un lenguaje único que me permite crear experiencias musicales profundas, donde la precisión se encuentra con la emoción, y donde México dialoga con el mundo.


Para mí, no se trata de elegir entre ser directora de orquesta o mariachi. Se trata de demostrar que ambos universos pueden convivir, transformarse y enriquecerse mutuamente, siempre al servicio de lo más importante: ¡la música y la gente!

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